El origen de la palabra testículo
Sobre qué cosa más sagrada se puede jurar, sino sobre la virilidad? Para los romanos, la sexualidad era un elemento muy importante en la vida, y es en Roma donde tiene origen nuestro artículo, hace muchos años...!
Antiguamente para testificar debía demostrarse que uno era varón, enseñando los genitales...!
La palabra testigo que hoy nos motiva dilucidar, procede
del latín testificare, la cual está compuesta de dos palabras diferentes:
testis, o sea, testigo, y facere, es decir hacer.
Por su parte, el término latino testiculus significa
“testigo de virilidad”. Y como la otra, testiculus es el resultado de la unión,
a su vez, de otras dos palabras. La primera, testis, testigo, y la segunda, el
diminutivo culus. En consecuencia, la palabra testículos significa, en latín,
“pequeños testigos”.
Sin embargo, la palabra testificar tiene otra explicación
relacionada con la Iglesia, y en concreto con la leyenda de la papisa Juana.
Según cuenta la historia, hubo una mujer que, haciéndose pasar por hombre, se
convirtió en Papa entre los años 855 y 857.
La mujer era alemana e hija bastarda de un monje, que se
ocupó de su bienestar en el seno de la Iglesia. Viajó por toda Europa y visitó
las cortes más poderosas del momento. En el 848 se trasladó a Roma, donde
conoció al Papa León IV, del que se convirtió en su mano derecha ocultando
hábilmente su identidad sexual.
Cuando falleció León IV, en julio del 855, consiguió que el
Colegio Cardenalicio la eligiera como nuevo Papa. La papisa Juana, según la leyenda,
consiguió mantener la ficción durante dos años, hasta el 857, cuando, en medio
de una procesión, comenzó a sentir las contracciones de su avanzado embarazo y
se vio obligada a dar a luz en público. De acuerdo con unos, la muchedumbre,
enfurecida, acabó con ella. Y según otros, murió a consecuencia del parto.
Sea como fuere, a partir de entonces, y durante un tiempo,
la Iglesia obligó a que se verificaran los atributos sexuales de los futuros
Papas, para que no les volvieran a dar gato por liebre. Así, se encargó a un
escolástico a que examinara manualmente los testículos del nuevo pontífice a
través de una silla perforada. Cuando acababa la inspección, y si todo estaba
bien, debía pronunciar una sentencia: “Duos habet et bene pendentes”, que en nuestro
español significa: “Tiene dos y cuelgan bien”. El testigo atestiguaba que los
testículos del Papa eran auténticos.
Hoy día, se considera que la historia de la Papisa Juana no
es más que pura leyenda, una leyenda en la que la propia Iglesia creyó como
verdadera hasta el siglo XVI.